Ley Trans: ¿maltrato infantil?

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l 28 de junio de 1977 miles de personas marchan por las Ramblas de Barcelona en el primer gran acto de visibilidad del movimiento LGTB celebrado en España. El lema de la convocatoria es: "Nosaltres no tenim por, nosaltres som" (“Nosotros no tenemos miedo, nosotros somos"). Entre otras cosas, los participantes piden la derogación de la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, que señala y persigue a todos los que no cumplen con la “normalidad” franquista, y la puesta en libertad de los homosexuales y transexuales encarcelados a los que no ha alcanzado la Ley de Amnistía de 1977. Naturalmente la manifestación es reprimida por la policía y disuelta con cargas, porrazos y pelotas de goma. Entre los asistentes a esa primera movilización está José Pérez Ocaña, un performer que se ha hecho famoso por sus paseos por las Ramblas vestido de mujer. En el documental que le dedica el director Ventura Pons, “Ocaña, retrato de intermitente”, el artista andaluz se sincera delante de la cámara:

“Yo por lo que lucho es por ser yo y por ser una persona”.

No hay que ser muy intuitivo para imaginar la valentía de todos los que reclamaron la igualdad social y su derecho a ser. A finales de los años setenta, las calles todavía eran coto de caza de los falangistas y los guerrilleros de Cristo Rey; y, por tanto, reivindicar tu singularidad te podía costar literalmente la vida. El hecho de que dos personas del mismo sexo caminaran de la mano era un acto revolucionario, y también un anatema y la razón para recibir una paliza.

Han pasado casi cincuenta años desde entonces. Los que eran considerados una aberración y eran diagnosticados con una psicopatología han conseguido leyes que les igualan en derechos. Así, en julio de 2005 se publicó la ley que equipara los matrimonios heterosexuales y homosexuales. Ahora afortunadamente, en muchos lugares, ver a esas parejas de la mano es algo totalmente normal.

En este sentido, el Ministerio de Igualdad y la ministra Irene Montero fue elaborando una ley para intentar proteger a las personas cuya identidad de género no coincidía con su sexo asignado al nacer. De nuevo el origen de esta idea parece loable porque trata de dar cobijo jurídico a las personas transexuales. La ley fue finalmente aprobada en febrero de 2023 con la oposición de los partidos conservadores y después de un movidón importante entre los grupos de izquierdas.

Básicamente la ley permite que una persona cambie su sexo en el registro a partir de los 16 años sin que tenga que presentar ningún informe médico o psicológico. Los menores de entre 16 y 14 años pueden hacerlo siempre que acudan acompañados de sus padres o tutores legales, mientras que entre los 12 y 14 años necesitan autorización judicial. No es cierto, como se ha publicado en algunos medios, que se facilite la amputación genital a personas de entre 12 y 16 años; esto solo lo podrían hacer personas intersexuales.

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l movidón que mencionaba dinamitó de facto la sororidad feminista, que en su origen tuvo un sentido de unidad y de acompañamiento mutuo. Así, las feministas transincluyentes -más jóvenes, más ideologizadas hacia posiciones ultra izquierdista y más presentes en las redes sociales- crearon el término TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist, Feminista Radical Trans-Excluyente) para las mujeres que estaban dentro del movimiento y que no estaban de acuerdo con la ley ni con que las personas trans se pudieran registrar legalmente con el sexo diferente del que nacieron. Además, les colgaron otro adjetivo: “transfobas”. Resulta paradójico que uno de los movimientos más extremos que han surgido en los últimos años llame radical a personas que no están de acuerdo con sus ideas (en la distancia parece una proyección del copón bendito). También es descorazonador observar como de nuevo echan mano de ese recurso infantil y trumpista por el que si no estás de acuerdo con algo (en este caso con que las personas trans se puedan registrar) es que lo odias.

El grupo transfeminista ha sido uno de los grandes impulsores de la cultura de la cancelación. Con este tsunami, que actúa principalmente de las redes sociales, pretende acabar con cualquier opinión que disienta de sus dictados. Por lo tanto, a las mujeres que no están de acuerdo se las intenta denigrar con estos términos (TERF o transfoba) y a los hombres que no nos gusta su matonismo nos tachan de señoros, cuñados o pollasviejas. O, cómo no, de fascistas, machistas o misóginos, términos a los que han quitado el sentido de tanto utilizarlos. Un clásico de los últimos años que busca la autocensura general. Este grupo de personas no suele debatir: dan por buena su superioridad moral y no necesitan escuchar, porque el otro no va a aportar nada. De nuevo nos encontramos con que los que fueron víctimas en otro momento histórico se han convertido en verdugos. Ahora son ellos, ellas, elles los que persiguen, como hacían los guerrilleros de Cristo Rey en el tardo franquismo y en los primeros años de la democracia. También en plan jauría, pero esta vez desde las redes sociales.

Desde hace cinco años coordino un proyecto llamado Pan y Rosas en el que ofrecemos acompañamiento terapéutico a personas que están en riesgo de exclusión social o en situaciones económicas muy delicadas. Debido a este trabajo, todos los años leo muchos emails en los que las personas que quieren entrar en el recurso escriben un formulario sobre su situación vital, emocional y económica. Cada vez son más los menores que escriben exponiendo su caso de cambio de género. Y eso me hizo pensar sobre lo que está sucediendo y sobre esta nueva tendencia social que sublima lo queer.

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reo que la Ley Trans ampara los derechos de un colectivo de personas que no tenían el resguardo jurídico, pero también que ha abierto la caja de Pandora y que muchas personas que están pasando la adolescencia (una etapa muy delicada a nivel identitario) y que no se sienten bien, están tomando un camino equivocado amparados por esta ley. Y además creo que este proceso está ocurriendo más en los barrios pobres donde la falta de dinero ha propiciado la desestructura familiar y también entre personas cuyos progenitores sufren de adicciones o de alguna psicopatología. Es bien sabido que el niño o la niña asume un autoconcepto negativo cuando no es bien tratado en la infancia. De esta manera si una persona de 14 años se siente horriblemente mal, puede pensar que está en el cuerpo equivocado. Todavía no hay datos, pero creo que muchos jóvenes han iniciado procesos de los que se arrepentirán cuando pasen los años. Y en este sentido creo que la Ley Trans está perjudicando a muchos queriendo cuidar a unos pocos. Me pregunto si grandes defensoras de esta ley como Irene Montero, Yolanda Díaz, Rita Maestre o Cristina Fallarás han sopesado este tema de clase.

Ley trans

En España afortunadamente tenemos un sistema sanitario público que funciona bastante bien, pero en Latinoamérica y en otros países cada vez son más los casos de personas jóvenes que comienzan tratamientos con estrógenos y con testosterona sin acompañamiento médico. Uno de mis pacientes, por ejemplo, ha realizado tratamientos con estrógenos y luego con testosterona cuando se arrepintió de su decisión. Algo que le ha ocurrido en dos ocasiones.

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ay que ser muy ingenuo para no percibir que el mundo está dirigido por una élite de familias que promueve la enfermedad y la desconexión de todos nosotros. Repito: hay que estar muy dormido y hay que comerse la pastillita azul de Matrix todos los días para no darse cuenta. El ciclo de mala alimentación/malos hábitos-enfermedad-tratamiento nutre las grandes corporaciones alimenticias, del alcohol, del tabaco, farmacéuticas y sanitarias. En ese sentido, toda esta nueva tendencia de genero no binario, fluido, poliamor, no sé qué soy porque soy de todo, le hace el juego de desidentificación a las élites.

Así pues, sí creo que la Ley Trans está propiciando de alguna manera un perjuicio a la infancia y además que lo está haciendo con la gente más desfavorecida.

Como señaló hace poco en una entrevista Evaristo de La Polla Records, me parece extraño que el tema trans esté el primero en el orden del día. ¿Quién lo ha puesto ahí sino los líderes de opinión jóvenes que controlan las redes sociales? Ahora mismo hay problemas mucho más importantes que dificultan la vida de mucha más gente: el alquiler, los trabajos mal pagados, el precio de los alimentos, la defensa de la sanidad pública, la inmigración, la educación, la baja tasa de natalidad… son infinidad.

Si estás de acuerdo con esto, bien; si no lo estás, bien también; precisamente fue por la tolerancia y la diversidad por lo que salieron a manifestarse en las Ramblas aquel verano del 77.

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